Reformar la Ley Electoral para una mayor calidad democrática

REFORMAR LA LEY ELECTORAL PARA UNA MAYOR CALIDAD DEMOCRÁTICA

El Blog que empieza pretende iniciar el debate sobre el sistema electoral y señalar líneas de mejora para un debate que se espera intenso, pero no disperso, a fin de concretar una batería de propuestas que ofrecer a la sociedad y a los políticos para instar a la mejora del sistema electoral y de su calidad democrática.

REFORMAR LA LEY ELECTORAL PARA UNA MAYOR CALIDAD DEMOCRÁTICA

El Blog que empieza pretende iniciar el debate sobre el sistema electoral y señalar líneas de mejora para un debate que se espera intenso, pero no disperso, a fin de concretar una batería de propuestas que ofrecer a la sociedad y a los políticos para instar a la mejora del sistema electoral y de su calidad democrática.

Construir al votante

Construcción de sujeto y elecciones

Juan Manuel Aragüés Estragues, InfoLibre, 9/mayo/2021 06:00h

Decía el sociólogo Jesús Ibáñez, una de las voces más potentes e interesantes de las ciencias sociales de nuestro país en el pasado siglo, que el sujeto es el objeto mejor construido por el capitalismo. Ibáñez, que falleció en 1992, no fue testigo del enorme despliegue de la actual tecnología de la comunicación. En todo caso, su certera afirmación queda reforzada por la gran presencia que dicha tecnología ha alcanzado en el presente. No cabe duda de la enorme influencia que el ámbito de la comunicación y el entretenimiento poseen en la conformación de modos de ser y actuar, de gustos, de filias y fobias. Nuestra actual sociedad mediática, controlada casi por completo desde las grandes estructuras de capital del planeta, con sus respectivas terminales nacionales, se ha convertido en una poderosísima máquina política que ha trasladado sus estrategias al ámbito del sujeto, con el objetivo de construir individuos milimétricamente ajustados a las necesidades y perfiles del sistema. Sin esta clave es muy difícil entender lo que sucede en los procesos electorales.

Desde posiciones de izquierda tendemos a análisis poco consecuentes que desembocan en el estupor ante lo que acontece. Nos resulta muy difícil entender que discursos chabacanos, simplistas, mentirosos, carentes de rigor, maleducados incluso, gocen del beneplácito y refrendo electoral. Y lo hacemos desde un residuo idealista que nos hace seguir pensando, muy a la manera ilustrada, que los seres humanos tendemos a guiarnos por unos principios basados en una cierta racionalidad acompañada por una moralidad inherente. No advertimos, de ese modo, que los sujetos no somos sino un producto social, una construcción histórica, ajustada a los perfiles de la época. Y que quien posee los instrumentos de construcción de sujeto acaba imponiendo determinadas formas de pensar, ser y actuar. De tal manera que si desde el entorno mediático se proponen modelos chabacanos, simplistas, mentirosos, carentes de rigor y maleducados, los efectos de subjetivación en esa dirección están garantizados. El resultado es Díaz Ayuso.

Ciertamente, cuesta dar crédito a que un discurso intelectual más propio de un niño de cuatro años poco estimulado, faltón y malcriado pueda tener éxito en unas elecciones. Pero ello no es sino el reflejo de unas dinámicas mediáticas en las que se priman las emociones sobre la reflexión, la descalificación sobre el análisis, el ruido y la bronca sobre el necesario sosiego que precisa una toma de decisión informada. La sociedad de Sálvame, Gandía shore o El programa de Ana Rosa, vota consecuentemente.SálvameGandía shoreEl programa de Ana Rosa A lo que hay que añadir, sin ninguna duda, que los medios de comunicación, propiedad de los grandes capitales, producen una realidad ajustada a sus intereses, muchas veces muy alejada de esa realidad sobre la que dicen informar. Todo ello lleva a la construcción de perfiles subjetivos muy permeables a discursos que, desde una óptica de estricta racionalidad, resultan escandalosos. Pero como dice Spinoza, en política no se trata de imaginar cómo nos gustaría que fueran las personas, sino cómo son realmente. Sin ese realismo, resulta enormemente frustrante, lo sabemos, hacer política. Y con él, también, cabría añadir. Pero al menos sabremos que la primera batalla pasa por incidir en los perfiles subjetivos, pues la construcción de subjetividad es el campo privilegiado de la política contemporánea.

Por otro lado, las elecciones se convierten, en cierto modo, en un significativo “Informe Pisa” de la enseñanza en España. Sabemos de la constante preocupación de nuestros políticos por el ranking que nuestro país ocupe en dicho informe y la especial atención que se concede, en dicho informe, a las matemáticas. Desde mi punto de vista, las elecciones son en realidad un informe mucho más efectivo sobre la enseñanza-educación, sobre su eficacia en la construcción de ciudadanía ajustada a valores democráticos, pues ese debiera ser el objetivo fundamental de la misma. Y ese informe nos coloca ante la terrible realidad de una ciudadanía muy poco permeable a valores que son caldo de cultivo indispensable de la democracia. Más bien nos encontramos con una enorme tolerancia ante valores contrarios, como la corrupción, el menosprecio de derechos sociales, el autoritarismo y la violencia. Lo que debería hacernos reflexionar muy seriamente sobre qué tipo de ciudadanía se construye en nuestras aulas de las que, muy significativamente, y por sorprendente (aunque no tanto) iniciativa del PSOE, se halla ausente la enseñanza de la ética. Ya hemos señalado en otras ocasiones, por otro lado, el enorme error que ha supuesto no haber introducido en las aulas desde el inicio mismo de la democracia la memoria histórica, para poner en valor experiencias democráticas como la II República frente a una sangrienta dictadura cuyos perfiles resultan desconocidos para una gran mayoría del estudiantado de nuestro país. Sobre esa base es muy difícil construir ciudadanía democrática.

En resumidas cuentas, las elecciones son el fruto necesario de los procesos de construcción de sujeto que se desarrollan en nuestra sociedad. Por ello, conviene calmar nuestro estupor, aquietar la (justa) indignación, e intervenir en los procesos de construcción de sujeto, que es donde se dilucida, en nuestras sociedades mediáticas, la batalla política fundamental. Mientras no abordemos esa tarea, la batalla seguirá estando perdida.